TATTAPANI

30 de Octubre del 2008


El madrugar me va a matar!! Son las 6:30 de la mañana y nos hemos levantado temprano ya que queremos ir a ver un pueblecito llamado Tattapani a unos 70 Km de Simla, que es donde estamos ahora.
Esto de no afeitarse es una maravilla!! Llevo más de un mes y ya empiezo a parecer un taliban... cada mañana me alegro de no tener que coger la cuchilla...

Y os preguntaréis para que vamos a este pueblecito. Unas aguas termales tienen la culpa de que nos desplacemos en “cómodos” autobuses locales. Si contamos que para recorrer 40 km hace falta una hora, yo le calculo que tardaremos unas 2,5 horas en llegar. Bueno a ver que nos depara el día...

Después de desayunar nuestro típico desayuno en la habitación del hotel (2 yogures naturales caseros muy buenos con azúcar, unas patatillas fritas y unos bizcochitos) tocamos el timbre de la habitación de nuestros compañeros de viaje holandeses y nos vamos los cuatro hacia la estación de autobuses. El bus sale a las 8:45 (50 rupias) y queremos estar antes para poder comprar los billetes y tener asiento asegurado. Bajamos la empinada cuesta que conduce a la estación y una vez allí nos vamos a la taquilla a comprar los billetes. Gerben coge el dinero de los 4 y se aventura a meterse en medio de la gente que acecha al vendedor. Después de esperar, viene hacia nosotros con cara de “poker” y sin billetes. Resulta que los billetes los venden 10 minutos antes de la salida, o sea a partir de las 8:35 y ahora son las 8:28. Bueno esperamos unos minutos y ahora es Laura la que le planta morro y se cuela entre la gente para conseguir los billetes. Aquí la gente no hace cola, se acercan todos a la vez a la ventanilla y lanzan el dinero a la vez que dicen lo que quieren, por lo que nosotros lo tenemos chungo... incluso le he tenido que llamar la atención a uno que se estaba colando, creo que la barba intimida...
Por fin tenemos los billetes y, después de esperar unos minutos a que llegara nuestro autobús, nos subimos a coger sitio. Los billetes están numerados pero nos hemos sentado donde nos ha parecido y nadie nos ha dicho nada. El autobús cuenta con una fila de dos asientos a la derecha y otra de 3 a la izquierda. Nos hemos colocado en la fila de dos, yo al lado de la ventana y Laura al lado del pasillo.
Con 15 minutos de retraso el autobús arranca y nos ponemos en marcha. Aprovechando que estoy en la ventanilla, saco la cámara de la mochila para ver si puedo hacer alguna foto decente, miro a través de la ventana pero una mancha redonda de grasa corporal hace que el cristal sea casi opaco. Imaginaros la de gente que se habrá quedado dormida apoyando la cabeza en la ventanilla... y la de tiempo que hace que no limpian los cristales... En fin que sin tocarla mucho, abro la ventana y empiezo a hacer fotos.
Es asqueroso ver los restos de vomitado que hay en el lateral del autobús. En este en concreto, cuando estaba llegando a la parada de autobús y nosotros esperábamos, pudimos ver como 3 personas vomitaban a través de las ventanas. O sea que aparte de la mancha de grasa corporal que todo el mundo tiene en su ventana, algunos además tienen premio y cuando la abren pueden ver y olfatear los restos de vómito calentitos que les han dejado los anteriores viajeros. Toda una ayuda para no marearse...




Estamos disfrutando de las vistas y del traqueteo del autobús y cada vez entra más gente, el pasillo se llena y ya no cabe nadie más. Pero aún así sigue subiendo gente, menos mal que tenemos asiento!!!
El autobús va haciendo muchas paradas intermedias y el pasillo se descongestiona, estamos Laura y yo conversando cuando de repente... plin plan plufff!!! vaya ostia que se acaba de pegar el hombre que hay sentado al otro lado del pasillo!!! por lo visto se ha quedado dormido plácidamente y en un viraje brusco del autobús se ha deslizado del asiento, se ha dado con la cabeza en el respaldo del asiento de delante de Laura y se ha quedado medio recostado en el suelo del pasillo. Después de unos segundos, el hombre parece reaccionar, un poco desconcertado pero con una leve sonrisa en la cara se incorpora y ocupa otra vez su asiento. Se ha tenido que hacer daño ya que no para de tocarse la cabeza...
Seguimos en ruta y el pasillo vuelve a llenarse, esta vez le ha tocado el premio a Laura!! un chico de unos treinta y pico, aprovechando la excusa de que el bus esta lleno no para de restregar sus partes con ella. Nos da la sensación de que se apoya en exceso y, después de unos minutos sin cesar, decido decirle que se aparte un momento y entonces Laura coloca la mochila entre su cuerpo y sus partes. ¡¡Se te acabó el chollo colega!!

Son las 11:30 y y hemos llegado a nuestro destino Tattapani. Resulta ser un pueblo diminuto e intuimos que lo único interesante van a ser los baños termales. En teoría y según la guía, hay tres hoteles que cuentan con instalaciones adaptadas. Uno de ellos ofrece cabinas privadas para una o dos personas, por lo que aprovecharemos y cogeremos dos, una para cada pareja. Aquí que las chicas se bañen en bikini como que no está muy bien visto. Las mujeres normalmente no se bañan en sitios públicos, y las pocas que hemos visto lo hacen con la ropa. Nada de bikinis...



Junto al pueblo pasa un río y los hoteles están al borde del mismo. Nos dirigimos a ellos y vemos el primero (Spring View Guest House), bueno... las “instalaciones” resultan ser dos piscinas de 1,8 x 1,5 metros. La utilización cuesta 20 rupias por persona. Puedes estar el tiempo que quieras. No muy convencidos, nos vamos al siguiente hotel, contiguo al primero, y resulta que unas inundaciones lo dejaron inutilizado y está cerrado. Hemos podido ver como eran las cabinas privadas y la verdad es que están muy bien.

Un poco decepcionados, decidimos sentarnos a comer algo en el hotel Spring View y mientras decidir que hacemos. Comimos comida italiana bastante buena y decidimos ir al río a dar una vuelta y probar de bañarnos en algunas de las pozas de agua caliente que hay.
Las aguas termales emanan de la ribera del río y está hirviendo.
Después de ver todas las pozillas que había, en ninguna era posible bañarse como dios manda, por lo que Laura y yo decidimos ir a bañarnos a la megapiscina mientras nuestros amigos se conformaban con las pozillas.
Nos fuimos a la piscina y en una de ellas no había nadie y tenía puerta, por lo que nos metimos dentro y estuvimos todo el rato solos.



Hay dos mangueras, una de donde emana el agua termal y está hirviendo, sale humo y todo, y la otra de agua fría del grifo. Intentamos meternos en la piscina pero no hay “cojones” de aguantar el agua de lo caliente que está. Después de unos minutos de mentalización, metemos un pie y aguantamos unos segundos. Guau!! parece que se ha insensibilizado y ahora lo podemos dejar sumergido. Esto es pan comido!!. Metemos la pierna entera y bien, metemos el otro pie pero parece que se resiste, el calor es insoportable. Otro intento y lo conseguimos. Ya estamos con las dos piernas dentro. Ahora queda la peor parte.... la “zona cero”, la parte más sensible y delicada de nuestro cuerpo... ya sabéis de sobras a que me refiero!! pero no ha sido tan doloroso. Ya estamos metidos enteros y hasta hemos sumergido la cabeza. Se está muy bien dentro del agua. Vamos saliendo de vez en cuando y nos bañamos con la manguera de agua fría y otra vez dentro del agua caliente y así un montón de veces.

Cuando nuestra piel se empieza a arrugar decidimos que ya es hora de secarnos y vestirnos. Nos ha sentado muy bien el bañito y por lo menos hemos amortizado un poco el trayecto de bus hasta aquí. Pero aún nos queda la vuelta...

Las 15:25 y ya estamos todos juntos en la parada del autobús. El próximo sale a las 15:30 y queremos coger sitio. Pero el autobús llega y de sitio “nada monada”. Hasta el pasillo está lleno. Los holandeses ya han subido y están de pié. Él con el cuello torcido ya que de lo alto que es no cabe derecho. Nosotros decidimos esperar fuera y en cuanto el autobús arranque nos subiremos al techo. Pero cuando estamos subiendo por la escalerilla de la parte posterior del bus el conductor nos dice que de subirse al techo ni hablar. Mieeeerrdddaaaa!!!! sabíamos de sobras lo que nos esperaba y queríamos subirnos al techo como fuese, pero no hubo manera humana de convencer al hombre, por lo que nos toca meter barriga y para dentro. Ha costado cerrar la puerta trasera, pero ahora que está cerrada podemos respirar un poco.
Laura, con su cara “tipical spanish” no ha tardado ni diez minutos en conseguir asiento de un hombre que se ha bajado. El mismo revisor del autobús se lo ha guardado en persona. Tendré yo la misma suerte??? me da a mí que con la barba que tengo va a ser que se piensan que soy de aquí. Bueno, por lo menos le he encalomado la mochila a Laura.
Se acaba de subir una señora con un niño pequeñito en brazos. El pasillo del bús está a tope y enseguida le indico que se ponga a mi lado y que el niño se lo deje a Laura que está conmigo pero sentada. Enseguida lo coge y lo sienta en su regazo, a lo que el niño no se quejó y viajó así hasta una hora después que se bajaron.

El pasillo está más lleno que nunca y me acabo de dar cuenta de que no me puedo mover. Pensaréis que bromeo pero no puedo mover los pies. Lo he intentado con todas mis fuerzas y no puedo. He mirado hacia el suelo y no hay espacio libre. Están todos los pies de la gente que estamos en el pasillo entrecruzados y hasta que no se baje alguien estamos todos castigados sin movernos.
Yo me estoy empezando a marear y no encuentro sitio ni a la de tres. Cada vez me siento peor y como el autobús no pare creo que dejaré premio a alguien de mi alrededor... menos mal que un camión parado en la calzada hace parar al bus y aprovechamos todos los que estamos de pie para tomar un poco el aire.
Me ha ido bien este respiro, solo que ahora mi sitio de antes junto a Laura ya no está libre y me quedo junto a la puerta trasera. Creo que es un buen sitio, ya que cada vez que el bus para puedo bajar y volver a subir y respiro un poco de aire puro. Pues rectifico lo anterior, no es un buen sitio, aún voy un poco mareado y resulta que la gente que tengo cerca aprovecha la ventanilla que hay en la puerta donde estoy yo para sacar la cabeza y vomitar. Lo que me faltaba!!! ya han vomitado dos.... algo más puede pasar?? Pues sí, eramos pocos y parió la burra!! ¿A que no sabéis quien acaba de entrar? El revisor, un hombre de pelo largo y grasiento, de color entre blanco y amarillo, con gorro y chaleco de lana, gafas con celo y una larga barba sin arreglar... parece un vagabundo!! y para colmo, le pide el billete a todo el mundo, por lo que se ha de desplazar por todo el autobús. Pero si no hay sitio!!! No me preguntéis como lo hace pero el hombre se mueve de un lado para el otro con una facilidad aplastante. Yo creo que contratan contorsionistas para realizar esta labor...

Llevamos ya casi tres horas en el bus y mucha gente ya se ha bajado. Me acabo de sentar al lado de Laura y estoy empezando a sentirme mejor. Le preguntamos al revisor y nos dice que en unos diez minutos habremos llegado.

Al fin hemos llegado y nos hemos sentado a cenar algo. Después de hacer balance del día tenemos clara una cosa y la queremos compartir con vosotros:

¡¡¡No merece la pena este sufrimiento para ir a ver Tattapani!!!

E-mail: unpaseilloporelmundo@hotmail.com

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