RISHIKESH

9 al 21 de noviembre 2008

Ya hemos llegado a Rishikesh. Por favor que feo!!! Llegamos a la estación de autobuses y como es costumbre nada más bajar… avalancha… queréis un taxi? Queréis un rickshaw? Necesitáis hotel? Dame argo… joer que pesaetes…
100 rupias nos querían cobrar por llevarnos hasta la zona de hoteles. Ja! Me rio yo de las 100 rupias. 10 ni más ni menos. Eso fue lo que pagamos por persona por subirnos en un “rickshaw bus” de los de ellos.
Ea, pues esta es nuestra parada, Laxman Jhula. Mochila patrás y a buscar cobijo. No nos costó mucho, en menos de 10 minutos ya teníamos una habitación por 150 rupias que no era pa tirar cohetes, pero estaba bastante bien. Esa noche la pasaríamos allí, pero al día siguiente cambiaríamos de extremo y nos mudaríamos al otro lado del río.


Esto ya es otra cosa. Esto sí que es el Rishikesh que me esperaba. Un estilo totalmente diferente al que se encuentra en el centro de la ciudad. La calle principal, llena de tiendecitas y ashrams por doquier, las paredes con carteles anunciando clases de yoga y de meditación, centros de información para el descenso del río Ganges en rafting… y los restaurantes… que chulos. La verdad es que están currados. Bueno más que curraos, son sencillos, pero dentro de la sencillez son muy guapos, pues son de cañas y tienen mesas bajas, con mantas en el suelo y cojines a cambio de sillas, y de noche, luces tenues para dar un ambiente más hippy chill. Se nota que es zona de turistas, pero también se agradece encontrar un ambiente un tanto familiar.
El día anterior mientras paseábamos, íbamos entrando en algunos hotelitos y ashrams para informarnos acerca de los precios de las habitaciones así como la opción de hacer yoga y meditación. Y voalá!!! Sant Sewa Ashram. Una habitación chula chula, en lo más alto del edificio, muy soleada y con todo de todo. 50 rupias más caro que en el que acabábamos de dejar, pero el cambio valía realmente la pena. Antiguamente un Ashram era un lugar en el que un maestro se encargaba de instruir a sus alumnos en el arte del yoga y la meditación y para ello los alumnos permanecían en sus dependencias gratuitamente mientras duraba la formación. Una vez finalizado el aprendizaje, estos daban una pequeña aportación en concepto de donativo que al mismo tiempo servía para el propio mantenimiento del centro. Hoy en día, son muy pocos los Ashrams que son gratuitos, pero aun y así es una muy buena opción si no se quiere pagar el excesivo precio de un hotel.
Han sido unos días de tranquilidad y meditación, nunca mejor dicho, en los que hemos podido descansar y disfrutar del ambiente de la zona.
Dio la casualidad que en las fechas en las que nosotros estábamos allí se celebraba un festival de yoga y música totalmente gratuito, con clases durante todo el día. Ni nos lo pensamos y de cabeza que nos fuimos. La primera clase de yoga que hicimos no estuvo mal, pero fue la segunda que hice la que más me gustó pues era una mezcla entre yoga y meditación todo en uno. Después de cada figura se relajaba el cuerpo y se preparaba para la siguiente… y realmente funciona, había figuras que nunca me habían salido y ala… ahí sin más… me resultaron sencillas.
Y de las clases de meditación que pudimos hacer, había de muchos estilos, pero evidentemente el fin es siempre el mismo, la introspección para llegar al ser. Controlar la mente y no que la mente nos controle a nosotros. Ser capaces de dejar la mente en blanco y llegar a la completa relajación.
Entre algunas técnicas estaba a la que yo ya llamo la del cabreo, que como su propio nombre indica, primero se acumula toda la energía haciendo suspiros rápidos y seguidos. Después se libera esa energía, cada cual del modo que sienta, unos pegando a los cojines, otros chillando, otros llorando… Luego está la técnica que yo bauticé con el nombre de la de la felicidad… algo de música y venga… todos a bailar…
También se utilizaba la técnica de los cuencos (para mi gusto, la mejor). Todos sentados en una postura cómoda y con los ojos cerrados mientras el profesor nos deleitaba con el sonido vibrante de un magnífico cuenco tibetano que nos hacía llegar hasta el infinito. Y así poco a poco uno empezaba a desaparecer, cada vez pesaba menos el cuerpo físico y…

Tanto yoga y tanta meditación… joer esto de estar sentado sin pensar en nada da hambre eh!!! Que Emilio, te hacen unos noodles y unas patatas tikki? Algunos días después de las clases y de camino a nuestra habitación podíamos encontrar unos puestecitos ambulantes en los que por 25 rupias comíamos. Los noodles o chowmien son como espaguetis mezclados con verduras y todo pasado por la sartén con un poco de salsa de soja. Las patatas tikki se preparan con puré de patatas en forma de hamburguesa. Después se fríen y a continuación se sirven en un plato hoja (varias hojas juntas formando una especie de mini plato) aderezado con una salsa de tomatito, un poco de yogur y unos garbanzos pequeñines que le dan el toque tan especial a esta delicatessen de la gastronomía hindú.

Para la cena, lo mejor era ir al Freedom. Un restaurante de esos que os comentaba… hippy chill… en una atmósfera estupenda. Situado en la orilla del río Ganges y desde el cual se pueden ver unas increíbles y preciosas puestas de sol, el restaurante Freedom ofrece una variada y suculenta carta de platos para todos los gustos. Desde comida italiana, pasando por la mejicana, israelita y por supuesto y como no, la hindú. Allí pasamos casi todas nuestras noches en compañía de un perrito blanco de lo más pachón que se metía debajo de las mesas (recordad que son mesas bajas y con mantel) y cuando los nuevos clientes se sentaban y estiraban las piernas metiéndolas bajo la mesa… sorpresa… jajaja. Menudos sustos que daba el perro.

También, y en algunas ocasiones pudimos disfrutar de música en vivo. Un grupo de Krisnas cantaban y tocaban el tambor. Otras noches se reunían en tres o cuatro mesas un grupo de israelitas que a ritmo de guitarra y cánticos hacían la velada más especial. Especial como el día 18 de noviembre, en el que Emilio y yo hicimos los 7 años de aguantarnos y que mejor para celebrarlos que… bueno si parece que me lleve comisión eh… jajajaja. En fin que si vais ya me lo diréis.

Largas horas pasamos allí, que si jugando a cartas, o aniquilando a Emilio al ajedrez o viciados con un mega hiper grande Carrom que tenían allí. Reconozco que Emilio le ha pillado el tranquillo y uno tras otro todos los hindús que jugaban contra él iban cayendo.

Carrom, sabéis lo que es? Para los incultos, jejeje, Carrom o billar hindú, es como os podéis imaginar una especie de billar. A diferencia del billar que todos conocéis, al carrom se juega en un tablero cuadrado con un orificio en cada una de las 4 esquinas. El tablero es de madera y se juega con 9 fichas blancas, 9 negras, una roja y una que es mas grande que el resto. El objetivo es el de meter todas las fichas en los orificios. Para ello se le ponen polvos de talco al tablero y de esa manera las fichas se van deslizando por encima. La más grande es la que dirige, algo así como la bola blanca del billar. Si queréis mas información al respecto… lo buscáis en el google, jejeje.


Pero en el Freedom no solo comíamos, también nos relacionábamos con gente. En esta ocasión hicimos migas con españoles. Nadine, Hugo y Amadeo, de Valencia. Víctor de Madrid. Y Mar de Vic, Barcelona. Majos no, majísimos. Me encantó la historia de Nadine y Hugo que nos explicaron que el día 17 de noviembre hazo dos años que se habían casado en Varanasi, India. Que bonito!!! Emilio y yo nos lo estamos pensando…
Emilio encantado con Víctor, porque decía que todo el mundo tiene un amigo a quien visitar en Madrid. El no lo tenía. Ahora sí.
Y Mar… uhmm esa casita de pages… si cuando volvamos a España sigues viviendo allí seguro que cae una buena botifarrada eh guapa?
A todos ellos gracias por vuestra agradable y revitalizante compañía, que vuestros caminos sean firmes y complacientes.

Nos despedimos de Rishikesh tras 12 días inolvidables y con un muy buen sabor de boca. Rumbo a Haridwar.

Anécdotas: Para todos mis fans, que se que estáis esperando a que me pase alguna gafada… ahí va una…. Mientras paseaba por las callejuelas de Rishikesh… UNA VACA SE ME MEO ENCIMA!!!!

Venga vale… que se que con una no os conformáis… pero antes os tengo que poner en situación.
Los cuartos de baño en la India son algo diferentes a los de España. La ducha es un complemento más del cuarto de baño. O sea, que no tienen ni mampara ni bañera ni plato de ducha ni na de na. Te duchas y todo va al suelo. Los que están bien hechos tienen una cierta inclinación en pendiente hacia un desagüe por el cual se marcha toda el agua. Así que imaginaros cuando uno se acaba de duchar y mientras no se ha ido toda el agua… el baño parece una piscina. Y teniendo en cuenta que no todos los cuartos de baño tienen una adecuada inclinación… En fin, que en esta ocasión nuestro lavabo la tenía pero hacia el lado contrario del desagüe, de manera que cuando uno se duchaba podía después darse un baño de agua que le cubría los tobillos. Pues bien. Imaginaros: Me ducho, se ducha Emilio. Ya tenemos la piscina, ok?. Y el desagüe, que tampoco tragaba muy bien. Me entra un apretón de esos que no tienen espera. Entro casi buceando al cuarto de baño, me siento como puedo en la taza y me desahogo. Uhmm, que agustito que se queda uno. Ea, pues a tirar de la cadena… Ui… Emilio!!!!! Que esto no traga… De repente… la taza se vacía de golpe y Emilio y yo nos tranquilizamos. Para sorpresa nuestra empieza a salir agua por el desagüe pero en contra dirección, es decir, hacia arriba. Pero el agua que salía era la que se acaba de tragar la taza del WC. Resumiendo: El mismo cuarto de baño de antes, con su piscina de 5 centímetros de altura pero ahora con colorantes y aromas, eso sí, sin conservantes.

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